Somiedo, tierra de lobos, tierra de osos, y dominios de vaqueiros de alzada. Amaneció pensando que podíamos hacer; visitar León (que será la próxima excursión), ir a la playa, o subir a la montaña.
Nos decidimos por la última opción. Para ello, y con la limitación que tiene llevar a la enana, elegimos una pequeña ruta que sale desde el área de descanso de La Malva y finaliza en el pueblo de Castro.

Después de deliberar, salimos hacia Pola de Somiedo a las 12:30 de la mañana, con la intención de comer en el pueblo y posteriormente iniciar la ruta.
El almuerzo lo hicimos en el Restaurante «Casa Miño», Fonda Cano, la verdad comimos bien, normal, y conocimos otra manera de comer cachopo. Quizá si hubieran invitado al café, hubieran quedado mejor. La enana, como siempre, se puso de chipirones hasta arriba, no dejando ninguno en el plato, y Juani como es habitual no comió mucho.
Después de comer, y a las 15.45 llegamos al área de descanso de La Malva, dispuestos a iniciar ruta entre fresnos, arces, tilos y avellanos, acompañados además de algún que otro animalejo.
Ya hemos cogido los bastones, el agua, la cámara, los chuvasqueros (gracias a Dios no los tuvimos que utilizar).
Empezamos a subir. La leve pendiente por el Camino Real de la Pola, pronto nos lleva hasta el área forestal, donde podemos observar, como a la derecha sale una senda que conduce a la casa de la central eléctrica del embalse de La Malva.
Ya en la cueva de la Malva, Blanca observa que el agua de su fuente es fria, como tiene que ser en esta zona de la península. Comenzamos a subir, y a la rubia, la pendiente parece que no le afecta en el cansancio.
En el mirador, vistas impresionantes de la Sierra de la Llampaza y los picos del Gurugú y Cueva de Moros, y seguimos andando hasta alcanzar la cota mas alta de la ruta. Carmen empieza a cansarse.

Es hora de empezar a dar la vuelta. El descenso, a veces incomodo para la pequeña, es un saco de sorpresas … Primero nos encontramos con Yoco, un labrador negro que subía la ladera con su dueño, el cual se paro a saludarnos.
Inmediatamente, y enrollada en el camino, nos encontramos una culebra, de mas o menos un metro y medio de longitud, y que huyó rápidamente cuando invadimos su territorio.
Por último. llegamos de nuevo al área de descanso de La Malva, donde, después de reponer fuerzas, volvimos a Oviedo para descansar y prepararnos para el lunes.